Tuesday, July 31, 2007

10. Unforgivable Blackness, Ken Burns (2004) La historia de la esperanza negra.


Hace pocos días escuche en un programa de NPR una entrevista a un periodista deportivo quien afirmaba que la población estadounidense estaba muy aburrida para hacer de un documental, “An Inconvenient Truth”, un éxito taquillero. Quizás esta afirmación sea cierta, la película de Al Gore es, si mucho, una costosa presentación en Power Point, como algún crítico se atrevió a denunciar.

Unas semanas antes había escuchado, también en NPR, una reportaje sobre una iniciativa (creo que en Nueva York) para incentivar a los niños a estudiar mediante el pago de una suma de dinero de acuerdo a las notas obtenidas. “Estudiar es como trabajar, a uno le pagan por un oficio, también por prepararse para el futuro”, afirmaba uno de los padres que apoyaban la propuesta.

A mí se me ocurre una diferente solución a los problemas del periodista y del padre de familia. Para redescubrir el gozo del aprendizaje, para volver a maravillarnos y sorprendernos con los milagros de la vida, basta ver un buen documental, una obra maestra como “Unforgivable Blackness” de Ken Burns. En este bella película patrocinada por PBS, se conjuga la biografía de un hombre asombroso, Jack Jhonson, con el talento de un director que domina a la perfección el arte de hacer de un documental histórico, un bello collage hecho de las trazas que nos ha dejado el pasado.

Jhonson, el primer campeón mundial negro de los pesos pesados, fue un hombre excepcional. A diferencia de Louis, Jhonson no ocupó el papel destinado por el país del Jim Crow a los negros; desafiante y sonriente, el boxeador ocupó la posición que él creía merecía en la sociedad y no tuvo miedo de seducir y de enamorarse de mujeres blancas, en una época en que la mayoría de estadounidenses eran partidarios de criminalizar el matrimonio interracial.

Ken Burns nos cuenta la historia de este gran hombre a través de los filmes que han sobrevivido y de los miles de crónicas que se escribieron mientras el campeón estaba en vida. Muchos de los extractos de la película son fragmentos de la obra de Jack London quien no sólo era un gran aficionado al boxeo sino un opositor de Jhonson, la razón, London prefería identificarse con los blancos y no con los negros.

“Unforgivable Blackness” no es sólo una película sobre Johnson, el pugilista es sólo un pretexto para contar la vida de los negros durante los terribles tiempos del Jim Crowe. El documental de Burns es una fuerte denuncia contra quienes discriminan racialmente y una bella defensa de aquellos que como Johnson desafiaron los límites impuestos por la sociedad en que vivían. Para quienes amamos aprender, "Unforgivable Blacknes" es una bella invitación a seguir amando la vida a través de seguir aprendiendo.


Ha muerto Bergman y ha muerto Antonioni y a mí que me duelen la muerte de los artistas más que las de los políticos, más que las de los deportistas, más que las de los académicos, me atormenta saber que no estarán más estos dos genios recreando sus mundos en la mágica pantalla del cine.

Ha muerto Bergman, el creador de una de las más bellas escenas jamás filmadas en la historia del cine. La escribió en la cama de un hospital mientras reflexionaba sobre el papel del arte en la vida. Elisabeth Vogler (Liv Ullman, su futura esposa) se encuentra recluida en hospital mental, fruto de una crisis nerviosa. Sola, en su habitación observa en el televisor a un monje budista quemarse vivo en Vietnam; en ese instante, Elisabeth, quien permanecía muda por su crisis nerviosa, grita angustiosamente, como si el dolor del monje budista lo viviera ella pero sin sentir la resignación con la que el mártir ofrendó su vida. Gracias al talento de Bergman y Ullman, uno siente el dolor de Elisabeth, lo siente incluso más fuerte que el del monje; uno lo siente como un millón de escarchas en el cuerpo y no como un hecho más de lo cruel que es la vida reportada en un noticiero.

Ha muerto Bergman, quien en su lecho de enfermo escribió que el arte era como una piel de culebra comida por las hormigas. Elisabeth, artista al igual que Bergman, descubre con la muerte del monje las limitaciones de su oficio. Si incinerarse no es suficiente para llamar la atención del público, si quemarse en público no basta para mover los corazones de los hombres, ¿qué puede hacer el arte para conmover a los espectadores? Los gritos de Ullman son los alaridos del cineasta, son la expresión de su desesperación al darse cuenta que toda su vida, el arte, no tiene sentido.

¿Y si el arte no sirve para comunicar ideas, si el cine no puede conmover los corazones, qué esperanzas tenemos los seres humanos? ¿Acaso, quizás, nuestro único recurso sea la guerra y nuestra única razón sea la del fusil y la de las bombas? Lo paradójico es que la obra de Bergman prueba que el mensaje de su más magistral escena no es cierto, porque si Persona logra hacernos sentir el dolor de Elisabeth más que el del monje, si a través de las imágenes captadas por la cámara mágica del cineasta podemos vivir con más dolor el padecimiento de Elisabeth, entonces, quizás, sea porque el arte, al menos en las manos de genios como Bergman, no es una culebra muerta comida por las hormigas, sino un mágico recurso que nos transforma sin necesidad de violentarnos.

Para la próxima entrega de Sollim en el cinematógrafo... Homenaje a Antonioni.